¿Quién era Néstor Sánchez?

Néstor Sánchez
Si pasado un tiempo después de sus últimas publicaciones, alguien preguntara de dónde era García Márquez y otro escritor respondiera que mexicano, es lo mismo que Federico Andahazi haya respondido, en 2001, que Néstor Sánchez, habiendo sido un escritor muy reconocido, no era argentino, sino mexicano. Fue lo que conté en mi pasada columna. Por eso, Federico me ha respondido desde Buenos Aires, antes de salir para ciudad de México a lanzar su nueva novela El libro de los placeres prohibidos, que “peor lo debe haber pasado Néstor Sánchez cuando sus propios amigos le rindieron un homenaje creyéndolo muerto. Si es que se enteró”.
Néstor Sánchez
Fue la gran paradoja de Néstor Sánchez (Buenos Aires, 1935-2003). Combatió lo que él llamaba la “estafa biológica”, esta farsa de vivir tan poco, pero aún sin haber muerto algunos lo enterraron vivo, muchos lo olvidaron y otros le cambiaron el origen. De nada le sirvieron las lecturas de Gurdjieff y las de Castaneda: jamás pudo llegar a vivir 300 años, porque, poco a poco, después de sus libros fundadores de la “novela poemática”, fue descubriendo que se quedaba sin nada qué contar. La lucha contra la muerte, su épica, quedaría estampada en las novelas Nosotros dos (1966), Siberia blues (1967), El amor, los orsinis y la muerte (1969), Cómico de la lengua (1973) y en los relatos de La condición efímera (1988), pero su paso fugaz por muchos países, solamente, le confirmó la realidad y contumacia de la “estafa biológica”. Por eso no volvió a escribir y un día, el 15 de abril de 2003, dos días después de fallecido, lo encontraron solo en la habitación de su casa natal, donde había nacido el 7 de abril de 1935, en el barrio de Villa Pueyrredón, Buenos Aires.

Néstor Sánchez surgió a la vida literaria con el aplauso de Julio Cortázar. Luego siguió su propia ruta. Había cantado y bailado tango, pero su obra se basó en los ritmos del blues y del jazz. Toda su obra persiguió evadir el comienzo, el desarrollo y la culminación de una historia. Odió el boom de la literatura latinoamericana y el canon occidental. Quiso hacer música y poesía en sus novelas y cuentos. Decía que seguía al Joyce de Ulises, a la beat generation, al surrealismo. Las únicas histo
rias que utilizó fueron las de su barrio que llamó, en sus libros, Siberia. Y, curiosamente, él, que aborreció la literatura comprometida, que jugó al “lenguaje”, ha quedado como el máximo representante de la realidad de los desplazados, de los marginados. Y así vivió, como clochard, en París y en Nueva York. Hasta cuando su hijo Claudio lo rescató del olvido.

(Publicado en Diario del Huila, Neiva, el 6 de julio de 2013).

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