Hay Festival de Cartagena


¿Qué cosa seria podría hacer usted con una comparsa de 50 escritores reunidos a la orilla del mar, en una ciudad que en veinticinco años se convirtió en un asentamiento de gentes tan pudientes que pudieron transformar los escombros fantasmales en majestuosas casonas mediterráneas? ¿Qué cosa podría hacer usted con tantos escritores reunidos a la vez, en solo cuatro días, sino un Festival o un Carnaval? Ahora, los vi desfilar por el escenario como en una pasarella. Son eventos rápidos, muy bien organizados, con luces y escenografías atractivas, donde se actúa para agradar al público. Domesticados al ritmo que pauta el marketing. Por eso se llama Hay Festival de Cartagena. Y los escritores invitados adquieren una pátina de estrellas rutilantes por un momento. En el Teatro Heredia, en el Clasutro de Santo Domingo, o en la Casa Mapfre, algunos aplauden, otros ríen y se divierten mucho, muchísimo (para eso son los festivales), y unos pocos -muy pocos, porque ya no se puede- protestan muy quedos. Otros escribimos notas de desencanto, como esta. Y lástima, porque todos ellos, sin excepción, son escritores serios: Luis Sepúlveda, Carlos Monsivais, Alberto Ruy Sánchez, Luis Fayad, Alan Pauls, Cristina Fernández Cubas, Jordi Sierra i Fabra, Roberto Rubiano, Carmen Boullosa, Jon Show, William Ospina, Isabel fonseca, Benjamin Zephaniah, Martin Caparrós (qué pasará con Martín), Evelio Rosero, Junot Díaz, Eduardo Lago, Alma Guillermoprieto, Marianne Ponsford, Laura Restrepo, Brian Nissen, Martin Amis (qué triste verlo domesticado), Juan Villoro, Salman Rushdie y tantos, tantos otros, que pasaron del 29 de enero al 1 de febrero unos días muy sabrosos en Cartagena de Indias sin saber en qué país andaban. Debo salvar un nombre, el de la cantante, una señora estrella, ella sí, figura central del Hay Festival, doña Sara Jane Morris, quien con su extraordinario guitarrista (olvido su nombre, desafortunadamente), nos dio un concierto de blues, jazz y otras canciones para recordar siempre. [Recomiendo leer la columna de Carolina Sanín, en El Espectador, 1 de febrero, 09, sobre el Hay Festival de Cartagena].

Comentarios

  1. Muy bien maestro, y, muy triste a la vez. Pero ¿quién va en contra del marketing?

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  2. Respetado Maestro Isaías,

    Comparto plenamente sus impresiones sobre la maquinaria del HAY, una maquinaria comercial aceitada, basada en el ego, que termina por seducir hasta al mas fiero y lobuno escritor. Rescataría el HAY FESTIVAL PARALELO, el que no tiene ni agenda, ni sitio, ni horario, aquel en donde los escritores pudieron charlar sin tapujos ni libreto, ese HAY escondido en calles y plazas en donde una Cartagena tal vez más literaria se abre paso.

    Ese HAY PARALELO justifica el primero, el holliwoodense, el de las luces y luminarias. Lo cierto, Maestro, es que la literatura conteporánea ha sido afín en muchos aspectos con el glamour y la frivolidad. Henry Miller diría: "Mi mejor novela es un polvo con Marylin".

    Un abrazo,

    Sr.Gusano

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  3. Pienso que el mercado es necesario siempre y cuando se maneje dentro de parámetros éticos; pero cuando el mercado hace marchar en fila a los escritores, entristezco.

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  4. "El retorno a la cultura. Sí, sí a la cultura. Pero no se consume gran cosa cuando se pasa uno las horas muertas leyendo libros", advierte, temeroso, uno de los personajes de esa sociedad consumista, triste y monótona que describe Huxley en " Un mundo feliz".

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