NI siquiera la lluvia


Como si quisiera celebrar los 40 años de su primer premio literario, conseguido a los 25 años con la ya legendaria novela Mateo el flautista, Premio Esso 1968, Alberto Duque López (Barranquilla, 1943) publicó hace poco la novela corta Ni siquiera la lluvia (Ediciones Gaviota), dedicada a desentrañar lo entrañable de la vida de uno de sus más queridos, estudiados y mencionados escritores, Ernest Hemingway.
Cuando uno almuerza Donde Yiya, se da cuenta de su fervor por el viejo cazador: pide lo más parecido al plato preferido de aquel: pasta, arroz, carne desmechada y tajadas de plátano maduro. Y son los sabores, las rabias, la música, las pasiones, las mujeres, las emociones, los odios, las ternuras, los proyectos, las dudas, toda la tragedia y el drama que envolvió la vida del autor de El viejo y el mar, lo que va desfilando por la sin memoria de Amarilis, la mujer que le sirvió al cazador y al escritor en su finca Vigía de La Habana, y que Duque López reanima con tanta fluidez y nostalgia. Sólo se interrumpe su monólogo cuando le presta su voz para que Margaux, la nieta, cuente, en sus últimos momentos de vida, otra visión del abuelo. Es un monólogo intenso, donde se escucha la voz de él a través de ella, donde vive uno, sin decaer un momento, la vida de alguien que se ha suicidado y regresa a través de la memoria adolorida y destrozada de la mujer que, tal vez, más lo quiso. “Me llamo Amarilis. Tengo quince años. No, tengo ochenta. No, tengo cien. Ya no se. Ya no recuerdo”. Sí, Ni siquiera la lluvia.

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